lunes, 3 de abril de 2006

Al final de tu segunda oscuridad

Henos aqui
con la esperanza floja
con los adioses presentes
con los mucho gusto gastados
con un espina de gloria
con un peso de decadencia,
con a memeria expuesta
con la sangre hirviendo;
mientras que hacen mis antepresentes
buscan a mis antefuturos
y cuando conjuro su desición,
llega la noche y me llevá
entre su desgastado vuelo
una luna, un lucero,
uno mas en la coincidencia del no ser.
Al llegar al templo de los insipidos
alguien pidió mi nombre,
para meterlo en un cardex,
pero mi sabor era un sudor
que se compara
con el que tengo al verte
al tocarte y mirarte
con el fuego de estas manos
propias de cualquier argumento
y con una fantasia hacia el subsuelo.
Darío Olguín

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