Y qué puede importar
si vivo enamorado de la luna,
si guio mis paso por su sendero
o si volteó al pasar de los días.
Es claro la sonrisa estúpida
que quita ese gesto fiero
en este rostro de piedra
al pensar en ella.
Y sí casí siempre estoy pensando en ella,
las estrellas embriagadas de buenas vibras
me tienden su manto para acercarme;
y ella burlona corre para que no le alcance.
Y a quien le cantaré los mil días,
de quien me acordaré al conocerme
a donde ir cuando no hay rumbo
para que seguir en fila, si nada ocurre.
Ahora grito y sigo fumando,
aunque duele recordarle en el cielo
esntre cada bocanada compartida
en unos días sin sol.
Darío Olguín
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